Santuario de Belén
Se asegura que nuestra Patrona ocupaba el Santuario desde el siglo IX. Claro está que el Santuario a sido transformado diferentes veces y que en su principio estuvo al cuidado de unos monjes ermitaños que tendrían una pequeña ermita y varios cenobios en sus proximidades. A mediados del siglo XVI, mediante una Bula Pontificia, pasaron el Santuario y la Virgen a poder de la Villa de Almansa. En 1628, Juan Sánchez Pulido, llevado de su devoción profunda a la Virgen de Belén, legó en testamento al Santuario los vienes que poseía en sus inmediaciones, disponiendo que fuesen administrados por una Hermandad formada por los Sacerdotes de Almansa. En 1715, y siendo Hermano Mayor D. Fulgencio Galiano Puche, se doró el actual retablo mayor del Santuario con las limosnas de la villa.
La Romería es, sin duda, el hecho sociológico más importante de Almansa. Entre 18000 y 20000 personas aprovechan para disfrutar un día al aire libre, en el que, además del tradicional arroz con carne y caracoles, también se degustan gazpachos, paella, "gachamiga" y carne asada, junto con otras viandas preparadas en casa para recuperar fuerzas a la sombra de la arboleda, tras recorrer todo el camino.
Cada año se celebran dos Romerías, la primera, en la que se traslada la imagen de la Virgen de Belén desde Almansa al Santuario, tiene lugar el domingo siguiente al día 6 de mayo; y en sentido inverso, la de regreso, que se realiza el tercer domingo de septiembre. El recorrido, de unos 12km, se hace a pie llevando la imagen de la Virgen a hombros de miembros de la Sociedad de Pastores, en turnos estrictamente elegidos y que compiten entre sí por ver quien hace los tramos que les corresponde lo más rápida y acompasadamente posible.
La Romería va acompañada por una figura tradicional, el Vitorero, que ataviado con capa, gorro y lanza, va dando vivas a la Virgen. Del origen de este peculiar personaje, que se remonta a la Batalla de Almansa, un labrador prometió que él y sus descendientes vitorearían a la Virgen si ella hacía que la Batalla transcurriera favorable para el pueblo. Como así sucedió, el Vitorero sigue vistiendo aquellos antiguos atuendos y transfiriendo su papel a sus descendientes.